“But Paris was a very old city and we were young and nothing was simple there, not even poverty, nor sudden money, nor the moonlight, nor right and wrong nor the breathing of someone who lay beside you in the moonlight.”

E. Hemingway.
"París era una fiesta"


Friday 6 January 2012

Coronas y recuerdos

Van contentos, con  sus termos llenos de chocolate y sus gorros calados hasta las orejas. En casa queda el regalo de los Reyes, boletos para un parque de diversiones bajo techo, a salvo en un sobre dedicado con una letra que se parece sospechosamente a la de la mamá. Hoy se sienten monárquicos y católicos pero sobre todo especiales, porque en toda la escuela son ellos los únicos que reciben regalos después de Navidad.

Hace veinticinco años yo también me sentía así. Después de la alegría de las fiestas de Navidad y fin de año venía lo mejor: el Día de Reyes. La noche del 5 de Enero era de poner las cartas y los zapatos con hierba para los camellos debajo del árbol y de  dormirse tarde, aguzando el oído y con los nervios de punta por la expectativa. Saltábamos de la cama en cuanto amanecía y allí estaba el milagro,  y mis padres saliendo del cuarto, asombrados de lo discretos que podían ser los monarcas, que entraban y salían de la casa sin que ellos se dieran cuenta.

No faltaron jamás a la costumbre. Mis hermanos y yo fuimos creciendo, comprendimos quienes eran los que dejaban los regalos, y adaptamos nuestros deseos a la realidad que nos rodeaba. Las cartas pedían un libro, que el vestido que tenía la costurera en su casa estuviera listo, o jugar a las cartas en la noche.
Todavía mi madre conserva florecitas secas de un ramo que pedí una vez. Crecían en el jardín de la vecina de enfrente y me encantaban, porque eran blancas mientras estaban frescas y cuando se secaban se desprendían del árbol y cubrían el suelo con una alfombra crujiente.
Creábamos la magia entre todos, una magia blanca y recíproca, que llenaba el día de luz.

Cuando oigo a mis amigos hablar de los Reyes que conocieron de adultos, porque mientras vivieron en Cuba la brutalidad cotidiana no dejó espacio a la fantasía, me lleno de pena y de agradecimiento, porque en mi familia fuimos capaces de mantener la ilusión contra viento y marea. Unas veces con más, otras con menos, pero decididos a creer porque los Reyes representaban, más que nada, lo bueno que podíamos darnos los unos a los otros.

Que los hijos de todos reciban hoy regalos maravillosos. Sobre todo los hijos de aquellos que alguna vez llamaron burgueses, gusanos y bitongos a algún niño que llegaba a la escuela henchido de alegría algún 6 de Enero, porque ellos lo necesitan más.

1 comment:

  1. Bueno, no siempre había juguetes debajo del árbol, nosotros tampoco éramos de los privilegiados que compraban primero, más y mejor.

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